La de los tristes destinos : 30
La de los tristes destinos Capítulo XXX de Benito Pérez Galdós Pasadas las efusiones del reconocimiento o anagnórisis, Lagier dijo a Ibero: «Acompáñame a unas diligencias, y luego te vienes conmigo a bordo, para que hablemos largo y tendido...». Así se hizo: pasó el riojano la noche en el Buenaventura, gozoso de platicar con su segundo padre. ¡Qué admirable coyuntura para hacerle confesión general de su vida en el tiempo que había corrido suelto por el mundo! Hablaron de política y de revolución, y Santiago abordó con valentía el magno asunto de su revolución propia, de sus amores con Teresa y de su firmísimo inquebrantable lazo de matrimonio libre, sin reparo ninguno de los antecedentes de ella y de sus pasados extravíos. Oyó Lagier la historia, sin reír como los anteriores oyentes, y vio toda la importancia y gravedad del caso, su fatalidad inevitable. Apuró Santiago su dialéctica para obtener el exequatur de su maestro, y entre otras cosas muy...
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